Las defensas de la personalidad son un concepto psicológico que define la forma en que las personas se protegen de sus propios impulsos e impulsos. Nos protegen de la conciencia de los conflictos internos y el dolor.
Estas defensas permiten a las personas evitar pensamientos, sentimientos, recuerdos e impulsos no deseados. Estas defensas ayudan a las personas a manejar sentimientos angustiantes o impulsos inaceptables como los relacionados con el sexo o la agresión.
El término “defensas de la personalidad” fue introducido por Anna Freud en 1936. Freud había observado que muchos niños se resisten a cambiar su comportamiento incluso cuando saben que es dañino o peligroso para ellos mismos o para los demás. El niño puede haber sido castigado antes por el mismo comportamiento y persiste en repetirlo para obtener el castigo que desea. Esta observación la llevó a concluir que el niño ha perdido la esperanza de cambio, ha perdido la esperanza de lograr sus deseos de otra manera (lidiando con la realidad), o ambas (es decir, ha desarrollado un tipo de defensa de la personalidad).
Las defensas de la personalidad son uno de los mecanismos de defensa más comunes que utilizan las personas.
No se consideran un problema a menos que se usen para evitar lidiar con eventos estresantes, reemplazar métodos de afrontamiento más constructivos o si son excesivos.
Las personas que tienen defensas de la personalidad aprovechan estas estrategias cuando se enfrentan a cosas desagradables en sus vidas para poder sentirse mejor consigo mismas. Sin embargo, cuando se usa demasiado, es posible que los mecanismos de defensa se vuelvan dañinos. Puede ser contraproducente porque los obliga a actuar de manera contraria a lo que quieren, necesitan o creen.
La mejor manera de saber si estás usando mecanismos de defensa es comparar tu proceso de pensamiento con lo que sabes sobre ti. Si hay una gran desconexión entre cómo piensas sobre un evento y cómo piensas normalmente, es probable que estés usando defensas para protegerte.
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